Breve balance del 2020
El 2020 ha sido el año del desembarco masivo y planetario de todas las caras del capitalismo cognitivo, especialmente de la perspectiva digital y los modelos virtuales de enseñanza.
Ha sido un año especialmente difícil porque se instaló la idea de la supremacía de un derecho humano (la salud) sobre los otros (la educación). Por supuesto que había (y hay) que proteger las vidas humanas de una pandemia tan asesina como el COVID-19, pero ello no puede ser usado en detrimento de otros derechos humanos como el del trabajo, la seguridad social, la salud pública ni la educación. Desde la tradición de la defensa del derecho a la educación, hemos postulado y sostenido y la interdependencia y complementariedad de los derechos humanos, razón por la cual consideramos que la supremacía de un derecho sobre otro durante la pandemia del Coronavirus fue usada para avanzar en nuevas formas de privatización y mercantilización educativa.
Estas iniciativas del capital fueron enfrentadas en cada país por las corrientes sindicales y gremiales de mayor tradición combativa, denunciando y produciendo novedosas formas de protesta contra el abandono de los Estados de su obligación de garantizar las condiciones mínimas para el cumplimiento del derecho humano a la educación. La neo privatización educativa del 2020 se mostró con el hecho cierto, que fueron las familias, estudiantes y docentes quienes tuvieron que asumir los costes de los equipos de computación, internet, pago de planes de datos y suscripción a plataformas, mientras los Estados nacionales hacían suyo el paradigma neoliberal de sociedad educadora.
El dato más dramático se refiere al número de excluidos del modelo de educación virtual en casa. La precaria conexión a internet, los problemas de servicios públicos como la electricidad, la carencia de equipos de computación, generaron que entre el 10% al 45% (según cada país) de les estudiantes quedarán desconectados del vínculo pedagógico, lo cual está generando terribles e inéditas formas de exclusión que se seguirán mostrando en los próximos años.
Pero 2020 fue un año donde se inició un debate que marcará el derecho a la educación en los próximos años. Me refiero a como posicionarse ante el desembarco de la virtualidad en los sistemas escolares. Este artículo procura hacer un breve inventario de ellos.
Las tendencias del debate
En el campo de las pedagogías, durante el año 2020, las posiciones respecto al desembarco de la cuarta revolución industrial en la educación se pueden agrupar en cinco grandes tendencias. La primera tendencia define al desembarco de la virtualidad como una cuestión contingente y por ende coyuntural, algo que pasará. La segunda, considera que el futuro de la educación estará signado por la virtualidad, la inteligencia artificial, el mundo digital y la personalización absoluta de la relación entre estudiante y docente. La tercera, se atrinchera en la narrativa de la tecnología como expresión de lo ideológico, algo a lo que se debe resistir. La cuarta tendencia intenta polarizar la educación popular versus la educación escolar, al estar la segunda impactada de manera profunda por el desembarco de la virtualidad. Finalmente, la quinta, busca la apropiación anti sistema de la vorágine tecnológica que se cierne sobre lo educativo. Veamos de manera sucinta cada una de ellas.
Sectores importantes del magisterio latinoamericano consideran que la virtualidad fue una “necesidad” o un “mal necesario” para darle continuidad al vínculo pedagógico en un contexto inesperado de pandemia. Esta narrativa contiene un imaginario que desestima el impacto de la aceleración de la innovación tecnológica en lo educativo, no profundiza en las características operacionales del capitalismo cognitivo. Según esta perspectiva de análisis, en la post pandemia volveremos a la escuela que teníamos en febrero de 2020 y lo tecnológico será solo otra materia más del currículo escolar. Esta sublimación de la escuela pre pandemia, aún sin proponérselo, coloca en los márgenes la crítica al modelo educativo previo al COVID-19. Sin embargo, esta mirada puede ser muy importante y significativa, si aprovecha la intención del capital de producir un giro de 180 grados en los sistemas escolares, impulsando en este contexto una perspectiva liberadora en la escuela. El mayor obstáculo que contiene esta tendencia, es su desprecio velado por lo tecnológico, el no entender que la sociedad y la escuela están siendo profundamente impactadas por las producciones y epistemologías de lo digital. Esta tendencia corre el riesgo en derivar en discursos y prácticas conservadoras.
En contraposición, un sector del magisterio y la mayoría de jerarquías de los sistemas escolares parecieran estar deslumbrados por las posibilidades educativas de la cuarta revolución industrial. Su mirada raya en el acriticismo, que impide visualizar escenarios de relación dialéctica entre la tradición y la innovación. El mayor riesgo de esta tendencia es que está sucumbiendo a la idea de un modelo de “educación en casa”, de una relación individualizada de docentes y estudiantes en ambientes educativos fuera de la escuela. El abaratamiento de los costes educativos que subyace en estos discursos desconoce la importancia del encuentro humano entre estudiantes y estudiantes con docentes para producir un aprendizaje realmente significativo. La idea de la educación basada en pensamiento crítico y aprendizaje reflexivo se trasmuta en trasmisión de conocimiento.
La tercera tendencia, asume la tradición de develamiento del carácter ideológico de la tecnología, para negar cualquier posibilidad de uso alternativo de las innovaciones tecnológicas que se están produciendo. Ciertamente la ciencia y la técnica de la sociedad capitalista es la que favorece a sus intereses, pero a pesar que el capitalismo es el sistema dominante en el mundo, hemos aprendido la importancia y significación de las prácticas de resistencia desde lo educativo, tanto para la generación de oposiciones anticapitalistas que se expresen en el conjunto de lo social como para construir alternativas pedagógicas realmente situadas en cada tiempo histórico. Esta tendencia es importante porque evita el enamoramiento con la innovación tecnológica, la embriaguez con las chatarras virtuales y digitales, siempre y cuando trascienda de la crítica a la propuesta alternativa con validez epocal.
La cuarta tendencia, intenta producir un dejavu, una situación teórica y conceptual que creíamos superada, que presenta a las educaciones populares en su vínculo con la tradición y el conocimiento ancestral de los pueblos, como opuestas a los sistemas escolares que tienen una ontología arraigada en la innovación y los pensamientos científicos. En las últimas décadas, especialmente a partir de los trabajos y experiencias de Freire, se han desarrollado importantes iniciativas de vínculo creativo del cambio radical, entre educaciones populares y educación escolar y ello no puede ser soslayado. El movimiento pedagógico colombiano, las experiencias de las expediciones pedagógicas continentales expresan esta corriente de encuentro. El riesgo de esta tendencia es que puede desviar el debate, colocando a las resistencias en los márgenes de la transformación en curso. Su mayor potencialidad consiste en resituarnos en los intereses de los “de abajo”, los explotados, los proletarios, pero ello resulta insuficiente si no se recrea la relación dialéctica de cambio incesante, entre lo popular y la institucionalidad, en sociedades tensionadas por las fuerzas propias de las luchas de clases.
Finalmente, está la tendencia que defiende que debemos recuperar la crítica a la escuela reproductora desde la tradición de las resistencias generadas por las pedagogías críticas, e ir al encuentro crítico con la innovación tecnológica. Esta tendencia habla abiertamente de la necesidad de producir una masiva alfabetización en los algoritmos y códigos digitales para aprender a crear en el mundo de lo tecnológico, subordinando esta creación a los intereses de una educación emancipadora y el proceso estructural de cambio social. El mayor problema que tiene esta tendencia es que es minoritaria en gremios y sindicatos docentes, por lo cual debe encontrar las claves para producir el necesario encuentro. Su mayor potencialidad es que trabaja la construcción de alternativas anticapitalistas situadas en el presente.
Este pequeño inventario de tendencias, que implica muchas veces una fusión arbitraria de otros debates, persigue contribuir en la derrota de ideas que las hacen ver como a las unas como excluyentes de las otras, cuando en realidad, al contar con un horizonte común se pueden construir puentes entre ellas, que permitan allanar los caminos del consenso requerido para enfrentar al capital en materia educativa, en el siglo XXI.
¿Qué hacer?
Lo que más preocupa cuando observamos la tendencia de los debates es el surgimiento de una forma sui generis de despolitización en lo educativo. Las consignas, citas y frases que dieron luces en el pasado se usan ahora para justificar la inmovilidad o el conservadurismo. Se está produciendo una especie de parálisis cognitiva ante lo nuevo, en razón del vértigo epistemológico que produce un cambio tan radical de perspectivas y el emerger de novedosas categorías en el hecho educativo.
En consecuencia, la tarea más urgente es repolitizar el debate educativo. Este desafío no se resuelve abrazando la cultura panfletaria, sino vinculando lo político con lo económico, cultural, social y tecnológico con una perspectiva histórica. La politización del debate educativo que hemos promovido desde las pedagogías críticas ha sido útil, pero hoy resulta insuficiente, no solo para entender lo que ocurre, sino para trazar nuevas líneas de pensamiento y acción transformadora, que posibiliten la construcción de una educación liberadora en la tercera década del siglo XXI.
Entender la educación como un hecho político, implica indagar respecto a las razones económicas de cada propuesta de innovación educativa, de cada reforma, de cada convocatoria al cambio pedagógico, de cada política educativa. No existe una propuesta educativa desvinculada de una operación económica; aún la más hermosa, ingenua y provocadora iniciativa de transformación del campo pedagógico tiene una relación con los requerimientos del modo de producción capitalista. Entonces, ello demanda estudiar la economía capitalista actual y sus necesidades educativas, para entender lo que ocurre y tener un mayor referente para lo alternativo.
La globalización económica ha profundizado las tendencias globales de los educativo. El desarrollo desigual del capitalismo en etapas previas a la internacionalización del capital, daba algunos grados de libertad a lo nacional, sin embargo, en la actual coyuntura la característica es la combinación de iniciativas nacionales en un norte mundial común. La praxis de repolitización educativa consiste en estudiar y valorar las distintas propuestas pedagógicas nacionales en su relación con los requerimientos del modo de producción capitalista en cada momento histórico. Hablar de pensamiento pedagógico nacional sin estudiar estas relaciones solo contribuye a la despolitización del magisterio.
La mayoría de análisis de lo educativo desestiman el impacto de la tecnología en lo educativo. A lo sumo, se ha creado un área de tecnologías educativas en las universidades de formación docente y los ministerios de educación, eso sí, con una lógica fundamentalmente instrumental. Repolitizar pasa por estudiar que modelos educativos requería el capital en cada revolución industrial. La comprensión de esta relación caótica y desigual, nos puede permitir entender de manera más nítida cual es y será la orientación del capital sobre los sistemas escolares y la educación para los próximos años, en un marco de desembarco de la cuarta revolución industrial, tanto en el centro como en las periferias capitalistas.
Repolitizar pasa por romper con las narrativas que localizan la hegemonía en construcción de lo digital como un problema generacional. El capitalismo ha usado lo lúdico para el mundo infantil, juvenil, pero también para adultos, para construir una nueva razón instrumental mediada por lo tecnológico. Entender esto, es el paso previo para iniciar una rápida y masiva alfabetización virtual contrahegemónica, que permite entrarle a lo epocal en clave de emancipación.
Nadie se repolitiza solo. Repolitizar implica una reivindicación del encuentro, del diálogo inter y multicultural, de la construcción compartida. Dialogar y encontrarnos no puede ser un ejercicio conservador, sino un trabajo de movilidad y transformación guiado por la justicia social. En este año tenemos que atrevernos a colocar la escuela patas arriba, eso sí, con epistemologías del sur y perspectivas del mundo del trabajo.
Repolitizar no es solo investigar, reflexionar, coincidir. Repolitizar es un proceso de hacer juntes, de actuar de manera colectiva, de acción reflexiva. Atrevámonos a actuar y pensar en clave liberadora de la tercera década del siglo XXI.