Esta es una pregunta que adquiere dimensiones cruciales en los actuales debates en la región sobre alternativas libertarias
Él establismenth quiere que seamos unos propagandistas de los éxitos del poder y unos aportadores anónimos de ideas para seguir ellos gobernando. Quieren que las observaciones se las hagamos en privado, en formato de informe técnico de trabajo. Les molesta una intelectualidad que hable de los logros pero que también subraye los errores y los vacíos
Desde el Movimiento revolucionario se ha construido un mito del “intelectual orgánico” que en realidad es un “imperativo moral” para valorar los aportes y propuestas de los trabajadores de las ideas. Una suerte de núcleo de la verdad incuestionable le permite a organizaciones revolucionarias descartan otras propuestas, otros caminos para la liberación. “Intelectualoides” “pequeños burgueses academicistas” “revisionistas” o “reformistas” son solo algunas de las etiquetas con las cuales se despachan las ideas generadas desde un lugar distinto al de la “vanguardia”
Desde el mundo de lo “popular” se intenta oponer los saberes populares a los de la academia como si uno o el otro fueran superiores. Es en realidad un desprecio por otras visiones que puedan contrastar con las de grupos que se auto asumen como el “colectivo”
Por otro lado, los trabajadores de las ideas tenemos que abrirnos paso entre unas jerarquías académicas racistas, patriarcales, homofobias, neocoloniales que hablan de la libertad, desde un no lugar emancipatorio, despreciando las opiniones discordantes apelando a los títulos, las universidades donde se obtuvieron, el número de libros o artículos arbitrados publicados
A pesar de todo ello, es la intelectualidad, los trabajadores de las ideas quienes a través del tiempo hemos logrado sistematizar y reunir la memoria de los pueblos en lucha El problema es cuando se construye opinión sobre el presente y el mañana
Los trabajadores de las ideas tenemos que seguir atreviéndonos a rasgar las comodidades y dominaciones de todo tipo, aportando la palabra que disputen hegemonías.
El momento en el que comienzan los homenajes, la publicación de las obras completas en vida, es el momento de la captura de la rebeldía de las ideas, del encarcelamiento del pensamiento divergente.
Entonces no queda otro camino e “indicador” de logro que el de la incomodidad que generan el texto, la palabra, las ideas asociadas a la ruptura de toda forma de dominación.
En buena hora florece una nueva generación de intelectuales que muestran que las ideas siguen siendo revolucionarias
En conclusión el papel de los intelectuales en el presente es el de no terminar ninguna idea en el ejercicio de la complacencia y la propaganda; por el contrario juntar en cada párrafo que se construya coincidencias, divergencias y propuestas que desafíen cualquier orden, ya sea dominante o emergente