Luis Bonilla-Molina

Por ahora se requieren solo unos audífonos y conexión a la internet para entrar en el mundo de la holofonía. En la década de los ´80 se popularizó el trabajo del argentino Hugo Zuccarelli quien anunciaba que había logrado llevar el concepto de holograma al sonido, creando una presencia auditiva más allá de los estereotipos mono y estéreo. A este esfuerzo se le conoció como el despliegue de la música holofónica o 3D. Existe polémica al respecto, debido a que muchos consideran que la música 3D, ya se había sido alcanzado mediante otros procedimientos, y que el mismo se podía obtener mediante grabaciones binaurales[i] o la técnica HRTFs[ii].

Posteriormente se popularizaron software que posibilitaron hacer música 3D en casa, incluso a partir de versiones musicales históricas. Otros han entrado al terreno de su uso para efectos especiales o las presentaciones discursivas. El uso envolvente de las salas de cine en 4D es lo más cercano y parecido al efecto que produce en la racionalidad, el sonido 3D. Muchos han seguido trabajando en esta línea, produciendo generaciones que llegan hoy a los que algunos denominan música 3D/8D.

Todos podemos construir un holograma auditivo si nos lo proponemos, solo basta contar con una computadora, el software adecuado y un buen ancho de banda en la conexión para descargar piezas nítidas a partir de las cuales comenzar a trabajar. Si ya has aprendido a hacer música 3D en tú computador, podrás prescindir de los datos de tu celular o del wifi, abriendo los archivos que ya has editado y soltando las pistas de tu preferencia.

La música 3D o música 8D como algunos la llaman en la internet, es la nueva frontera del sonido que desafía a nuestros cerebros. Estamos acostumbrados a reconocer el lugar desde donde proviene un sonido. Muchos sonidos tienen una especie de imagen cognitiva. Si escuchamos que se cae al piso y quiebra un vaso reconocemos el sonido del cristal rompiéndose en fragmentos y nuestra mirada se dirigirá en la dirección que nos indica nuestro oído; una alarma se enciende para indicarnos que debemos caminar con cuidado por los alrededores para evitar lastimarnos. Si alguien se acerca a la puerta principal de la casa, distinguimos el sonido de las llaves a punto de ser introducidas en la cerradura. Los sonidos construyen imágenes o para ser más precisos se asocian a imágenes, que se vinculan al espacio y el tiempo.

La holofonia transgrede esta lógica. Los sonidos van de un lado a otro, suben, se mueven lateralmente … detienen, bajan, recorren una circunferencia, se mezclan con otras resonancias que asociamos a imágenes disímiles. El cerebro vive un breve colapso y decide ponerse en modo suspendido, rompiendo las nociones espacio temporales y espaciales. Los fanáticos de este desarrollo le llaman relax inducido.

En realidad, estamos en presencia de un salto en la virtualidad, ya posible en imagen (recordemos Pokemón Go) y en  3D en el mundo del sonido. Cuando los juntamos, la piel comienza a sentir los efectos de esta nueva especie de lógica binaria que trasmite sensaciones, el gusto responde a estímulos sonoros aumentando o disminuyendo la salivación y el olfato busca en el aire algo que no termina de determinar. Es una terrible y hermosa sensación que desafía la imaginación o acaso … a la realidad misma.

En este momento me interesa explorar las formas de asociación de este producto, la música 3D, con realidades virtuales emergentes, así como impulsar un debate respecto a su efecto en la cognición humana, los procesos educativos, la gobernabilidad en la democracia digital y en los nuevos formatos de pensamiento crítico.

[i] Sonido tridimensional alcanzado con la grabación mediante dos micrófonos, en la cual se procura romper la distancia espacio temporal entre los ejecutantes y los escuchas.

[ii] Head-Related Transfer Function, o técnica de grabado espectral que construye una imagen del sonido radicalmente diferenciada respecto al lugar, forma y movimiento que la cognición humana tiene registrado, pero que por su nitidez es altamente atractivo