Si me preguntan respecto a los logros más visibles de la revolución Bolivariana, tendría sin lugar a dudas que señalar que el haber incorporado a millones de pobres a la clase media. Hombres y mujeres quienes durante sus vidas no habían podido acceder a una vivienda propia digna, a todos los servicios básicos, una profesión universitaria y el empleo, no solo lograron hacerlo sino que vieron multiplicado con creces su poder adquisitivo.

Esto les posibilitó –a este sector de la población- el acceso a unos nuevos imaginarios culturales, de bienestar social, educativos y a los performances propios de una clase que como su nombre lo indica está a medio camino entre la clase trabajadora y la burguesía.  Durante años nos encargamos de alimentar la vorágine consumista de la nueva clase media que quería disponer de la última generación de televisores, celulares o carros, que buscaba con desesperación la variedad de alimentos que tan solo años atrás ni habían soñado poder comprar, pero que además asimilaba de manera acelerado los valores propios de la industria cultural capitalista.

Fue muy limitado lo que hicimos para generar conciencia crítica sobre la realidad en estos sectores, lo cual a mi juicio, se debe a que en nuestra epistemología justiciera privaba más una perspectiva religiosa sobre los pobres y la caridad, que el enfoque científico de las clases sociales, sus características, expectativas y modos de construcción de conciencia.  En consecuencia, este nuevo sector social se plantó frente a un imperio cultural sin herramientas para resistir. La nueva clase media venezolana fue víctima del proceso de zombificación política que desde la perspectiva capitalista se impulsa para promover consumidores más que ciudadanos.  Lo importante era tener, no importaba la utilidad de lo que se adquiría y, les facilitamos mecanismos, canales e ingresos para ello.

Millones de personas –ahora constituidas en clase media-  se abrieron a nuevos conocimientos, experticias y cualificación de saberes.  Con los títulos universitarios y la inclusión llegaron las expectativas de vivienda, autos, libros, música, tecnología de última generación, posibilidades de intercambio académico internacional, posgrados. Es decir, la nueva clase media quería reconocerse como tal, no solo serlo … sino parecerlo.  Y se le abrieron las puertas para cada una de sus exigencias.  Lo que no podían prever los nuevos incluidos era que en un país rentista petrolero como Venezuela, siempre se corre el riesgo de una caída abrupta de los precios del crudo que pueda afectar el poder adquisitivo de la población.

En diciembre de 2015 más de un millón de hombre y mujeres, en su mayoría perteneciente a la nueva clase media, al no atinar a comprender las causas estructurales del desabastecimiento, la inflación y la pérdida del poder adquisitivo decidieron  abstenerse y no ir a votar. Ello posibilitó que la oposición política venezolana expresada en la MUD obtuviera la mayoría de escaños en la Asamblea Nacional.  Pero quien es el responsable de ello, ¿su precaria conciencia de clase? Ó ¿las carencias en la formación de mentalidad crítica por parte de quienes nos correspondía hacerlo?

Con el pensamiento socialista aprendimos a conocer que las condiciones existentes en la realidad determinan la conciencia social.  Y que el pensamiento crítico es una construcción de acción, reflexión, interacción con los otros.  Más aún, que sólo en la acción política con la organización revolucionaria este pensamiento crítico adquiere plena conciencia de clase.  Entonces, ahí los partidos políticos revolucionarios fallaron.  Por ello, he insistido en revisar las variantes del discurso que tienden a atacar a la clase media como un sector que ha traicionado, lo que corresponde es corregir las carencias en la relación entre los partidos revolucionarios y esta clase media.

La confusión de la clase media puede ser mayor, en medio de la orquestación del más poderoso tinglado mediático internacional contra la revolución Bolivariana.  Los intentos de desestabilización por parte de la lumpen burguesía venezolana y el gran capital internacional tienen como uno de sus propósitos atrapar a un grueso sector de la clase media como su operador político, ante la imposibilidad que han tenido para lograr atraer a los sectores populares. Entonces este tema no es una agenda menor, por el contrario está en el centro de la agenda política del presente.

Volver la mirada sobre la clase media implica reconocer sus imaginarios, su forma de entender la mayor suma de bienestar posible y, establecer códigos, canales y prácticas políticas que nos posibiliten volver a conectar con quienes puedan estar confundidos.  Ello pasa por revalorizar en el discurso político no sólo la importancia de su opinión, desde la perspectiva profesional, sino también incorporar con fuerza en la cotidianidad de nuestro discurso político, elementos que le son sensibles.

Por ejemplo, todo el esfuerzo que se está haciendo en materia de activación del aparato productivo mediante el desarrollo de conucos agrícolas, es decir de producción a pequeña escala, debe estar acompañado del desarrollo discursivo respecto a la importancia de la incorporación de la robótica y la programación informático a los cultivos.  Tenemos que utilizar la información satelital sobre calidad de los suelos, aguas subterráneas, tendencias climáticas, topografía, y facilitarles acceso expedito y en tiempo real al respecto, a quienes trabajen en la pequeña, mediana y gran producción agrícola y hacerlo del conocimiento público, especialmente de la clase media.  No podemos seguir desarrollando una narrativa al respecto que no conecta con la innovación tecnológica de punta, porque la clase media y los sectores productivos están muy permeados e impactados por esa ideología.

Resulta de especial urgencia la construcción de un discurso para este sector que parta de la estética visual y narrativa de la clase media.  Los vínculos comunicacionales con la clase media deben superar el bolchevismo ideológico y las interpretaciones panfletarias sobre la “pequeña burguesía”, para ir al reencuentro de quienes perteneciendo a este sector se han extraviado políticamente, porque no tienen herramientas conceptuales y de análisis, para entender lo que ocurre, pero que tampoco quiere caer en los brazos de la oposición fascistoide.  Y allí se revaloriza el papel de la intelectualidad.

Un indicador claro de la corrección de rumbo al respecto,  vendría determinada por la revisión y rediseño de la relación del gobierno y los partidos del GPP con la intelectualidad. La inmensa mayoría de los intelectuales y académicos, incluso quienes se reivindican como intelectuales orgánicos en la perspectiva gramsciana, pertenecen a la clase media. Y esta siempre ha sido una relación muy tensa, por la lógica de funcionamiento de los partidos políticos de izquierda, quienes han hecho suyo el concepto de centralismo democrático, no sólo en sus dinámicas internas sino en su relación con el resto de la sociedad.

Para la clase media el concepto de intelectual y la valorización de lo académico, lo intelectual, lo “denso” culturalmente hablando, tiene una importancia capital.  Y muchas veces caemos en el error de creer que con simples argumentos en contra de la razón intelectual, estamos superando esta percepción.  La clase media, en ese camino a medias entre dos clases antagónicas como son los trabajadores y la burguesía, quieren tener para sí, “lo mejor de los dos mundos”, y en esa mirada lo académico, lo intelectual es –gústenos o no- un referente.

La intelectualidad, los intelectuales por esencia son críticos, acostumbran a buscarle “la quinta pata al gato”, tienen una mirada diagonal cuando el mundo de los políticos suele tenerla lineal. La habilidad de la política revolucionaria en el siglo XXI reside en construir espacios, canales y mecanismos de cohabitación amigable entre la verdad oficial y la mirada disidente, no solo como tolerancia sino como ruta para la sinergia de su encuentro. Y en ese terreno, estamos obligados a superar la tradición histórica del llamado socialismo real, que sumado a las titánicas conquistas alcanzadas, tuvo dificultades para ampliar el dialogo entre diversas expresiones del pensamiento, más allá de la lógica del centralismo democrático.

Para un proceso político como el venezolano, que durante la revolución Bolivariana, uno de sus grandes logros fue el sacar de la pobreza y pobreza extrema a millones de personas, ampliando la clase media, estos temas se convierten en cruciales y estamos obligados a revisarlos más allá de la ortodoxia del manual.  Ahora que se abren inmensas posibilidades de profundización democrática de la revolución Bolivariana mediante el Proceso Constituyente 2017 –convocado el 1 de Mayo por el Presidente Maduro- el tema de la política para la clase media se convierte en estratégica.  Vamos pues, nuevamente a su encuentro.