¿Jugar carritos solo? … noooo … lo divertido era hacerlo con Carlos y Oscar. 

Todas las tardes, a las 6:30, después de terminar las tareas escolares, nos encontrábamos para dejar volar nuestra imaginación al son de las cuatro ruedas.

Esa tarde de mayo nos juntamos al frente de mi casa. Carlos llevaba su carrito de carreras, al estilo de meteoro, mientras Oscar llegó cargando un hermoso convoy militar. Yo llevé mi camioncito amarrillo, que tenía como conductor a un payaso, el cual saltaba de su puesto frente al volante, cuando el carro chocaba contra un objeto.

Jugamos intercambiando nuestros carritos e imaginándonos que éramos choferes conduciendo en una autopista imaginaria, con montañas de barro, granzón y arena.

Mientras jugábamos hablábamos de lo que queríamos ser cuando fuéramos grandes. Recuerdo que Carlos quería ser policía y fue guardia nacional. Oscar quería ser médico y yo científico, pero ambos terminamos en las aulas dando clases. 

Esa tarde llevábamos jugando como quince minutos, cuando se le salieron las ruedas al carro de Oscar, quien corrió a donde su hermano mayor para que hiciera de mecánico, y …como Carlos se fue un momento a su casa para ir al baño, yo aproveche para ir a tomar agua.

Estaba entrando a la cocina cuando un estruendo terrible se escuchó en el frente de la casa, precisamente de donde venía. Mis padres salieron a ver qué ocurría y yo detrás de ellos; no me habían visto entrar. Mi madre llevaba las manos en la cabeza y su cara se descompuso cuando vio que una camioneta se había estrellado justo donde hace solo un minuto jugábamos.

Me le acerqué y le pregunté ¿Qué pasó? Y como respuesta obtuve uno de los abrazos más grandes que he recibido.

De ahí en adelante empezamos a jugar carritos en los solares de nuestras casas