Luis Bonilla-Molina

 

Las tres cruces en el monte de los Olivos son una narrativa que a través del tiempo ha trasmitido todo un imaginario de fe, la cual es muy importante para los seguidores del cristianismo. Cada año, son millones de seres humanos que reconocen en ese momento la entrega de un hombre por la salvación de las almas de todos y todas.

Hace unos años fuimos con mi compañera a un templo oriental. Decidimos acompañar la meditación que hacían un grupo importante de hombres y mujeres. Al salir del lugar, ella me preguntó si yo había visto las luces de colores que todos decían ver. Con una hermosa dosis de ingenuidad y molestia en su rostro, me miraba a los ojos, y yo, no tuve otra opción que reconocer que tampoco había tenido el privilegio de tener esa conexión mística. Algo semejante me ocurre cuando miro el drama de los crucificados. Mi aproximación a los relatos bíblicos es desde la perspectiva del análisis literario, propia del materialismo histórico.

Debo confesar que siento mucha simpatía por el personaje de Jesús en la búsqueda de sus pastores y por quien se atreve a dialogar con el “maligno”. En este último episodio Jesús asume el debate, el diálogo como el arma más potente. No condena, no agrede con el verbo, debate de manera dialéctica con quien representa los valores opuestos a él. Y allí una gran lección para un presente donde proliferan los discursos excluyentes, los cánones morales condenatorios, donde se dificulta reconocer que los otros tienen su verdad.

He conocido cristianos que militan su fe al lado de los explotados, de los marginados, de los oprimidos y, junto con ellos construyendo el mañana, se me iluminan los ojos como si fueran las lucecitas que nos fueron esquivas a mi amada y a mí en el monasterio. Y me encanta cuando ellos me escuchan argumentar contra su cielo e intentan convencerme de su existencia, pero eso no nos separa, lo importante esta en las coincidencias sobre qué hacer en el ahora.

Me acuerdo de esos proletarios de fe cada vez que veo las tres cruces. Una sonrisa ilumina mi rostro, cuando pienso que allí donde yo veo a unos hombres condenados a la muerte en medio de la subyugación del imperio romano al pueblo de Israel, ellos ven un acto de santidad y divino; donde yo analizo un momento de la lucha independentista ellos valoran la lucha entre Dios y el Diablo; donde yo miro la desarticulación de cualquier posibilidad de levantamiento contra las fuerzas invasoras al morir el único líder capaz de unir la resistencia, ellos ven al hijo de Dios pagando nuestros pecados; allí donde yo reconozco un sistema oprobioso de justicia, ellos ven el cumplimiento de un designio divino.

Y entonces me alegro de tener amigos tan locos, que luchan por la justicia en el presente y esperan como recompensa de su Dios el poder acceder al cielo cuando se marchen de esta “realidad”. Y como muestra de respeto por su forma de entender la lucha que compartimos, cada año trato de hallar nuevas pistas en los relatos bíblicos para entender ese momento histórico y comprenderlos mejor. Mi respeto hoy, a esos mis hermosos amigos cristianos, quienes luchan con los obreros por mejores salarios, con los campesinos contra la dominación de Monsanto, con los estudiantes y maestros por mejores aulas y la educación pública. Mucho camino nos queda por recorrer juntos a las iglesias de los pobres y los comunistas revolucionarios.