Luis Bonilla-Molina
La formación docente (inicial y continua) no escapa a los problemas que se evidencian en el sistema educativo. Por ello, defensor como he sido de una educación pública, gratuita, popular, científica, laica y de calidad, presento un conjunto de ideas para el debate sobre la transformación de la formación docente. Bienvenido el debate
Las reformas educativas deben comenzar por la formación docente
La inmensa mayoría de las reformas educativas vividas en América Latina y el Caribe se inician en la educación básica o la educación inicial, anunciando que luego se adentrarán en el bachillerato. Otras comienzan por la educación media como si esta fuera una isla, rompiendo sin declarar la idea de sistema escolar integrado. Las más recientes nos hablan de la necesidad de reformas universitarias que permitan que la educación superior se corresponda a los desafíos del siglo XXI.
En el caso de la formación docente (inicial y continua) se da por sentado que esta modalidad deberá adaptar sus dinámicas a las líneas maestras y los requerimientos del nivel o modalidad que se pretende reformar. Esta es una visión fragmentada e instrumental de la educación para los y las maestras, que asume que los centros de formación docente cuentan con el marco gnoseológico, epistemológico, paradigmático y el acumulado institucional para abordar unos giros tan drásticos como los que demandan en el presente una auténtica reforma educativa. La mayoría de los enfoques de la formación docente están soportados en las lógicas narrativas y la tradición que le fueron propias a la primera y segunda revolución industrial y, esto es un rasgo distintivo en el conjunto de los sistemas escolares.
Por ello, se requiere abrir un amplio debate en la sociedad sobre la educación que queremos y necesitamos a las puertas de la cuarta revolución industrial. Una vez construido este consenso social, las reformas educativas deberían partir por las instituciones encargadas de enseñar a enseñar, de educar a los y las maestros y maestras que instrumentarán el nuevo modelo educativo. Este cambio de lugar de enunciación nos obligaría a pensar la reforma de la propia formación docente. |
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