*Texto escrito en exclusiva para la revista síntesis

Dialogar es cosa seria

El capitalismo ha banalizado la política a tal punto que pareciera que participar es hacer click en una la lista de opciones presentadas en formato digital. La esencia de lo político, que reside en el encuentro entre diversos para conversar sobre las coincidencias -sin dejar de hacer un inventario de las diferencias- haciendo posible lo imposible: transformar positivamente la realidad, no es el eje en el modo neoliberal de construir gobernabilidad en el siglo XXI.

La industria cultural viene construyendo una lógica discursiva de lo político que se corresponda a la «maquino-ética» del siglo XXI. Ya los héroes no resisten al poderoso y el performance del villano de ayer comienza a ser el ritual del comportamiento del triunfador del presente. La serie de Fox21 retransmitida por netflix: Homeland (2011-2017), la película Francotirador (2014) o la novela Sin tetas no hay paraíso (Gustavo Bolívar, 2005) modelan una estética de lo político, según la cual lo que corresponde con el adversario es la opción «suprimir», «delete», «borrar». Lo diverso comienza a ser un defecto que debe ser eliminado.

Para ello, los consejeros de la política imperial del siglo XXI promueven distinciones bicéfalas de lo político. Todo es blanco o negro, para generar confrontaciones que invisibilizan los matices. En un primer momento no importa quién tiene la mayoría, si es lo claro o lo oscuro, porque al final de la partida lo que se persigue es «borrar» al uno o al otro, para «retornar» al mundo unidimensional de la lógica del gran capital. En un segundo momento los matices son forzados a entrar en masa al bando que prevalezca, dejando viva como en «matrix» a una pequeña porción de la anormalidad paraque mantenga vigoroso al sistema, evidenciando la «derrota permanente» de toda forma de resistencia y la superioridad del «software» de dominación.

En tiempos del modelo de confrontación y drones-política de la administración Trump, insistimos en señalar que dialogar es cosa seria. Sin una adecuada des-construcción de los imaginarios de política que construye la globalización neoliberal del siglo XXI, resulta imposible resolver los no encuentros. En política de la resistencia anticapitalista, dialogar constituye el camino para construir otro mundo posible.

Reconocimiento del otro

Dialogar hoy, en marcos políticos nacionales, necesariamente pasa por identificarlos como parte de un sistema imperial de gobierno/resistencias. Si hacemos análisis solo nacionales, corremos el riesgo de extraviarnos y aún hablando de resistencias, ser funcionales al programa de la «matrix». En consecuencia, la primera interrogante a resolver es ¿quién es el poder global y quien es el otro que lo resiste?

Desde esa perspectiva el poder global, representado en el G7/G8 es presidido por la administración norteamericana. El palacio imperial tiene habitaciones en las siete u ocho naciones más poderosas del planeta, quienes mueven sus fichas, como si estuvieran laborando en un tablero del juego de «damas», para garantizar la dominación capitalista del planeta y el control de las «anormalidades». Los «otros», las anormalidades, somos quienes resistimos o intentamos resistir al modo único de ver el mundo. A veces los «otros» son atraídos a una trampa tipo «jaque pastor» del ajedrez, desde algunas de las casas de poder y como la «adivina» que habla con Neo en la «matrix», corren el riesgo de convertirse en funcionales al sistema.

Si se mantienen «independientes» a la lógica del gran capital, los «otros», sean mayoría o minoría en un territorio, país ó región, tienen el desafío de reconocer el tablero, las fichas y el público que observa, anima y hasta participa en la partida. Ese público que para el capitalismo es simplemente el consumidor de un discurso del poder, para las resistencias se convierte en los explotados, en los marginados, en los desheredados del poder imperial, atrapados en la telaraña de la ideología del mercado. Es en ese momento, cuando los «otros» pedagogizan la política, la convierten en una herramienta para la construcción de conciencia y, en ese sentido, el diálogo emerge como el camino para la construcción de la otra política, la de la liberación.

Incluso siendo mayoría en un territorio, quienes resistimos al modo neoliberal de la política y la dominación, nos asumimos como los «otros» a escala planetaria quienes presentamos alternativas al modo capitalista y, en consecuencia tenemos la obligación ética de enseñar con el ejemplo, edificando esa otra política que surge del encuentro humano, el diálogo y la construcción compartida de un mañana. Por ello demandamos que la casa imperial nos reconozca como los «otros» y no que pretenda ofertarnos el empleo de caseros en nuestro propio territorio.

A la par, impulsamos el diálogo con quienes nos adversan como una manera de construir una democracia vigorosa, centrada en la dimensión humana de lo político. Ello sin ser ingenuos, teniendo claro que no se trata de lanzar los dados sobre la mesa, sino de develar el truco que esconde el mago bajo la manga o el dispositivo escondido en la mesa donde reposa el sombrero. La repolitización del debate pasa sin duda por entender de donde sala la paloma que vemos emerger del pañuelo del arlequín.

Dialogar para no pelear

Tres grandes elementos dinamizan la economía mundial: las industrias de la tecnología, la mass media y las armas de guerra. Para esos tres centros de poder económico el conflicto se convierte en una gran fuente de apropiación de las riquezas para la economía capitalista mundial. Por ello, los grandes empresarios de la industria de la muerte, agazapados en el control del pensamiento a través de las tecnologías, los medios de comunicación y el terror de las armas promueven la confrontación destruyendo canales, mecanismos e imaginarios de diálogo.

No es una tarea fácil, pero dialogar se convierte en la única forma de evitar la guerra. Dialogar es el camino para no pelear. Dialogar es la punta del iceberg de esa otra política, que hace posible la democracia con rostro humano y no sólo como un sistema de gobernabilidad. Si queremos construir justicia social debemos re-aprender a conversar, a dialogar, conjurando todos los demonios de esa genética política venezolana que heredamos de los modos fascista y estalinista de entender lo político.

Diálogo y poder constituyente

El Presidente Nicolás Maduro convocó a la activación del poder constituyente mediante la elección de una Asamblea Nacional Constituyente. Algunos se concentraron -a mi juicio de manera errónea- en los tecnicismos de la convocatoria, soslayando que el epicentro de la misma es el conjurar cualquier riesgo de guerra civil como aspiración suprema de los capitales buitres globales. El proceso está en marcha y el escenario se redimensionará con la elección de los constituyentistas en los próximos días.

La oposición venezolana, en su mayoría, decidió no solo no participar sino confrontar la ruta constituyente. Ello plantea un desafío adicional para la próxima Asamblea Nacional Constituyente (ANC) que emanara de la elección en julio de 2017: mantener y abrir novedosos canales de diálogo nacional, que incluyan las voces, ideas y planteamientos incluso de quienes adversan a la propia ANC, para que el texto constitucional sea el reflejo de los consensos que nos permitan seguir construyendo en paz esa Venezuela independiente, soberana, antiimperialista y de justicia social. Sobre ello y sus mecanismos inéditos insistiremos en nuestro próximo artículo

Julio 2017.